Esta semana ha sido una sucesión de terribles acontecimientos en el ámbito político que han sacudido a México. Apenas es jueves, y vaya que esta semana ha cimbrado la política mexicana hasta sus cimientos.
El casi colapso del TEPJF ha sembrado semillas de duda sobre la imparcialidad y la eficacia del sistema judicial en la resolución de conflictos electorales. La falta de certeza y la confianza en las instituciones democráticas son fundamentales para el sano funcionamiento de la democracia, y la debacle en el TEPJF ha generado una crisis de legitimidad que debe ser abordada con absoluta seriedad.
El descarte en el Senado de la segunda y “nueva” terna para la SCJN ha avivado las llamas del debate sobre la independencia del Poder Judicial y la transparencia en el proceso de selección de ministros. La ciudadanía merece un proceso claro y justo que garantice la elección de candidatos idóneos y éticos para ocupar un cargo tan crucial en el sistema de justicia del país.
La no ratificación de Ernestina Godoy en el Senado ha despertado interrogantes sobre el papel de los legisladores en el equilibrio de Poderes y en la toma de decisiones para la gobernanza del país. La rendición de cuentas y la responsabilidad son pilares fundamentales para el buen ejercicio del poder, y cada decisión tomada por nuestros representantes debe reflejar un compromiso con el bienestar de la sociedad.
Las tragedias de Texcaltitlán y de Celaya han dejado un rastro de dolor y desesperanza en comunidades enteras, poniendo de manifiesto la urgente necesidad de fortalecer la acción gubernamental en materia de seguridad y prevención del delito. Estos eventos son un recordatorio de que la violencia y la inseguridad siguen siendo una realidad latente que exige respuestas efectivas por parte de las autoridades.
La infame e inaceptable portada de la revista Siempre dirigida a Claudia Sheinbaum es un reflejo, en realidad, de la persistente misoginia que pervive en la esfera política, y pone de manifiesto la necesidad de erradicar el machismo que se disfraza de cualquier discurso de odio para ejercerse y la discriminación de género en todos los ámbitos de la sociedad.
Las acusaciones de una posible guerra sucia coordinada para afectar a Morena plantean la cuestión de la ética y la transparencia en la competencia política. El respeto al juego limpio y la promoción de un debate constructivo son esenciales para la salud de la democracia, y cualquier intento de desinformación o manipulación debe ser abordado con firmeza.
La mañanera en la que López Obrador no pudo responder a Reyna Haydee Ramírez, reportera independiente de Sonora, más que dando la palabra a otra reportera, Nancy Flores (para descalificar a Reyna), ha levantado nuevamente cuestionamientos sobre la apertura y la tolerancia reales al escrutinio público. El diálogo respetuoso y la disposición a responder a preguntas incisivas son signos de una verdadera voluntad democrática. Por si fuera poco, los reflectores siguieron esta semana sobre los hijos del Presidente por nuevas investigaciones periodísticas que no han podido ser ni contestadas ni desmentidas.
Pareciera que la temporada electoral está suscitando que todos pierdan la cabeza y estén dispuestos a llevarse entre las patas de sus delirios y de sus apuestas los pocos amortiguadores de sensatez que había construido nuestra todavía joven, pero nuevamente abollada democracia. En resumen, la semana que ni siquiera ha terminado, ha sido una muy turbulenta para la política mexicana. Una serie de hechos, algunos de ellos escandalosos, otros desconcertantes y otros simplemente lamentables, han puesto en evidencia la profunda crisis que atraviesa el sistema político del país. Es difícil saber qué depara el futuro para la política mexicana. Sin embargo, lo que es seguro es que los desafíos que enfrenta el país son enormes. Ojalá estén todos a la altura. A la altura de avanzar con gobernabilidad y en paz social. Es el compromiso histórico de quienes hoy ostentan responsabilidades públicas. Y de quienes aspiran a ostentarlas.